
Una ligera brisa me despertó. Enseguida comprobé que dicha brisa era artificial, pues era producida por un ventilador de techo que removía el aire de la estancia con sus veloces aspas.
Me encontraba en una habitación de tonos blancos, y yo estaba acostado en una de las múltiples camas que abarrotaban la sala. A los pies de mi cama, un señor barbudo de aspecto desaliñado habló de esta manera:
–Ah, nuestro joven misterioso ya se ha despertado.
–¿Dónde me encuentro? –acerté a preguntar.
–¿No lo sabe? –dijo extrañado el señor barbudo.
–Pues no, ciertamente, si lo supiera no lo preguntaría
–Está usted es un hospital
–¿Un hospital?
–Eso mismo
–¿Pero dónde?
–En un hospital, ya se lo he dicho
–Usted perdone, quiero decir, un hospital, ¿situado dónde?
–Ah, aquí cerca de Gettysburg
–¿Gettysburg?
–Sí
–Me suena ese nombre, ¿o es Gertrudis lo que me suena?… Discúlpeme, pero no recuerdo como he llegado hasta aquí, de hecho, no recuerdo nada…
–¿No recuerda nada de verdad?
–Así es, no consigo recordar nada. Nada de nada, ni mucho ni poco.
–¿Ni siquiera su nombre?
–Mm… pues no, ahora que lo dice… no, no lo recuerdo
–Vaya. Nuestro médico ya nos avisó de que por lo visto se había usted golpeado fuertemente la cabeza y eso podía provocar cierta pérdida de memoria, cierta amnesia.
–Sí, ahora que lo menciona, siento cierto dolor de cabeza… Y eso de la amnesia también me suena, bastante, la verdad…
–Y no recuerda nada…
–Eso es… Me suenan varias cosas, pero no recuerdo nada claramente…
–No recuerda siquiera ni su nombre
–Eso es…
–¿Y sabe en qué día estamos? ¿O recuerda cual es nuestro presidente?
–Pues no, tampoco… Tampoco tengo claro si con lo de nuestro presidente, se refiere usted al de ustedes o al de todos nosotros, ¿los humanos?…
–Sí, quizás la pregunta del presidente era una pregunta un tanto compleja…
–¿Y entonces? –pregunté yo.
–¿Entonces qué? –repreguntó él.
–¿Qué día es hoy?
–Estamos en julio, el primer día de julio, para ser más exactos…
–Vale ¿Y de qué año?
–¿Tampoco recuerda el año?
–Pues no, no recuerdo nada, ya le dije…
–Bueno, hablar no se le ha olvidado…
–Por suerte, supongo… Eso creo que lo echaría de menos…
–Pues el año es 1863 – respondió el hombre barbudo.
–Vaya.
–¿Vaya, qué?
–No, no sé por qué lo dije, es un año como cualquier otro, supongo…
–Bueno, no tanto, que es ya el tercer año de guerra…
–¿Guerra? ¿Qué guerra?
–Claro, de la guerra tampoco se acuerda…
–Pues no, por lo visto tampoco me acuerdo… Y eso ni me suena siquiera…
–A ver, señor…
–¿Señor qué?
–Claro, que no se acuerda de nada… Pues tendremos que ponerle un nombre… ¿Qué tal John Doe?
–No me convence mucho la verdad.
–¿Y qué tal John Smith?
–Pues tampoco
–¿Y James Smith? Jim?
–Eso me suena mejor sí
–Pues Jim entonces… Y como lo veo algo escuchimizado y achaparraíco, le podemos llamar Small Jim…
–No me suena demasiado bien, me recuerda a Small Ville, ¿que tal Little Jim?
–Pues Little Jim entonces…
–De acuerdo… Es importante tener un nombre, sí…
–Bueno, ahora pasemos a cosas más importantes…
–Veamos, sí.
–Estooo, digamos que hay dos alternativas posibles, Sr. Jim: la primera, usted es un espía del enemigo, por lo tanto, le colgaremos y ya está, o bien, usted es de los nuestros y se golpeó el tarro tratando de desertar, por lo tanto, le colgaremos y ya está…
–Vaya ¿Y no hay una tercera opción? ¿Una tercera vía que le llaman?
–Mm, a ver, déjeme pensar un momento… El caso, es que cuando se le encontró inconsciente cerca del campo de batalla iba usted de uniforme…
–Pues sí, entonces está claro de que bando soy…
–No, no sé piense. Que no hemos podido identificar a qué bando pertenece su uniforme. La verdad es que, sobre todo al principio de la guerra, había mucho jaleo con esto de los uniformes, que cada estado o división o población o barriada llevaba su uniforme propio… Uno de los más pintorescos por ejemplo es el de algún regimiento de zuavos, con chaqueta corta y chaleco, un ancho fajín, pantalones bombachos, borceguíes, y para rematarlo, un fez adornado con borlas, todo muy pintoresco, la verdad…
–Está muy bien, sí… Eso del fez me gusta ¿Pero me decía?
–¿De qué?
–Lo de la tercera opción, para que no tengan que colgarme y se ahorren ustedes una buena cuerda, claro…
–Ah sí… Pues no sé… Podría darle a usted el beneficio de la duda, claro…
–Sí, sí, claro, es muy generoso por su parte… Lo acepto encantado.
–Y pensar entonces que vino usted a unirse a nosotros, que vino a reclutarse, vamos…
–Hombre, no es que sea una maravilla de opción, pero sí, visto las alternativas, entienda usted que he venido a unirme a su glorioso ejército…
–Entendido pues… Y ya sabe, si piensa usted en desertar, lo que le espera. O si piensa hacer de espía para el enemigo, también sabe lo que le espera…
–Sí, claro, claro, por supuesto… Lo voy teniendo claro y de momento eso no se me olvida…
–Bueno, ahora descanse un poco, que está ya anocheciendo y mañana si eso le explico los detalles de su reclutamiento…
–Estupendo, estupendo…
La verdad es que cuando me volví a encontrar solo en la estancia, pensé en aprovechar y escaparme… Pero visto como las gastaban estos señores, seguro que tenían guardias por todas partes. Y además me encontraba bastante cansado y dolorido.
Así que después de un cierto tiempo mirando al techo y al ventilador aquel que no paraba de girar, me dormí. Me dormí precisamente pensando que la clave del asunto era aquel ventilador y que era importante recordarlo a la mañana siguiente… Pero al despertar, ya no pensé más en el tema y solo me acordaba del sueño tan agradable y reparador, que había tenido. Pues aún recordaba que esa noche había soñado con una bella muchacha de cabellos rizados, vestida de época, como toda una dama del sur.

Se trataba de toda una belleza sureña. Lo raro es que llevaba gafas, que me supongo yo que no suele ser un complemento habitual en las damas del sur y menos en el siglo XIX terrestre, pero bueno, ya se sabe que en los sueños todo es extraño y un tanto surrealista…
Al poco rato, llegó el señor barbudo del día anterior.
–Bueno, a ver, vamos por faena… Lo primero es que usted tenga una carabina, Sr. Jim…
–Estooo… Buenos días, lo primero… y lo segundo ¿Una carabina?
–Sí, una carabina.
–¿Pero eso no suele ser una señora que acompaña a las parejas?
–Bueno, eso también, pero yo me refiero a una carabina, como arma de fuego. De esas de pegar tiros, ya sabe.
–Ah, vale. Ya me estaba haciendo yo ilusiones y había pensado que me había buscado usted una novia o prometida y que esta sería una belleza sureña, con la que yo ya hubiera soñado esta noche, cual sueño premonitorio…
–Hay que ver que imaginación tiene usted, Sr. Jim. Ya le dije ayer que estamos en guerra, una larga y cruenta guerra, y por tanto no estamos para ir con damas por ahí de paseo….
–En fin, ¿y cómo se usa la carabina esa que dice usted?
–¿Cómo?
–Que como se usa.
–No, si ya le he oído bien, era un como de sorpresa… Es usted un habitante de estas tierras, así que debería saber manejar a la perfección un arma de fuego…
–Pues no sé… Puede ser que del golpe en la cabeza no lo recuerde…
–No lo creo, si fuera así, no recordaría usted ni como se come, ni como se habla, ni como se anda…
–Bueno, de andar no ando muy bien, eso sí… Y de hablar, ya ve que digo muchas tonterías… Lo de comer, eso sí que se me da algo mejor… Por cierto, ¿no desayunamos primero?
–Vamos, quiero decir que, en general parece que las cosas, así como que se hacen de una manera automática, sin pensarlas, nunca se olvidan… Le salen a uno de manera natural… Aunque se golpee uno la crisma…
–Pues ya le digo, yo de carabinas no entiendo nada, ni sé cómo usarlas… Tal vez es que no soy de estas tierras yo…
–Puede ser, ahora que lo dice, sí que es verdad que tiene usted un acento un poco raro… También puede ser que sea usted de ciudad y estas cosas no las domine tanto…
–Debo ser las dos cosas, de ciudad y de fuera del país, de una ciudad lejana, porqué de verdad, que no me suena nada de este tema de las armas de fuego… Incluso el concepto en sí me suena extraño, ¿cómo se coge un arma que es de fuego? Sin quemarse, digo…
–No me sea tan literal… En fin, en cualquier caso vengase fuera conmigo y aparte de darle su carabina, aprovecharemos y le explicaré unas nociones básicas de tiro con carabina…
Y así salimos al exterior. A un amplío llano, con algunos arbolillos a lo lejos.
–Bien, aquí tiene la carabina, venga, cargue la y dispare –dijo el hombre barbudo pasándome dicha arma de fuego.
–Estooo, ya le digo que no tengo ni idea de este tema… ¿No recuerda lo de mi amnesia?
–Bueno, traiga acá –dijo arrebatándome la carabina de las manos –Mire como lo hago yo, y luego lo repite usted.
Vi como hacía toda una serie de movimientos, que me parecieron rápidos a la par que confusos, introduciendo varios elementos por el cañón del arma, entre ellos una pequeña bola metálica. Tras lo cual dijo:
–Pues ya está, ahora tenga esta otra carabina y cárguela usted mismo Sr. Jim…
–Me parece que no nos estamos entendiendo… De verdad que no recuerdo nada de esto…
–A ver si va a ser verdad que no recuerda nada de nada… Pero si lo acaba de ver hacer, eso tendría que refrescarle la memoria, y son tan solo unos simples 12 pasos necesarios para cargar el arma…
–Ni idea, quizás si lo repite un poco más despacio… –dije yo.
–Déjelo, ya se lo repetiré luego, ahora coja mi carabina ya cargada y dispare con ella…
–¿A qué le he de disparar?
–Por ejemplo, a aquel arbolillo de allá a lo lejos –dijo el barbudo señalando al arbolillo en cuestión.
–Vamos a ver…
No sé muy bien como lo supe hacer, pero apoyé la culata del arma en mi hombro, y apreté el gatillo. Tras lo cual vi como el arbolillo en cuestión estallaba con una gran explosión, dejando un enorme cráter en su lugar.
–¡Ostras! ¿He sido yo? La verdad es que esta arma no parecía tan potente –acerté a decir, con gran sorpresa.
–No, hombre no, eso ha sido un cañonazo… Mire, allá en lo alto de la ladera, los compañeros de artillería están probando un cañón inglés nuevo que nos ha llegado de importación esta mañana, tras burlar el bloqueo marítimo de los yankis.
–Ya me parecía a mí…
–Luego si quiere, ya le llevaré hasta allí para que lo vea de cerca. Es una preciosidad, una pieza de artillería bellísima, toda una belleza sureña, ya verá, ya.
–Bueno, ¿y mi bala dónde ha ido a parar?
–Vaya usted a saber, pero seguro que ni se ha acercado al arbolillo al que supuestamente apuntaba usted…
–Pues sí qué… Tendré que seguir practicando…
–No, déjelo, que tampoco tendrá mucha oportunidad de disparar. Y yo tampoco tengo todo el día para perderlo adiestrándole a usted, Sr. Jim.

–Si es qué… A ver si tendría que haber elegido la opción de la horca… Que me parece a mí que voy a durar menos en esta guerra… Y acabo de llegar como aquel que dice…
–Bueno, eso ya se verá… Ahora tenemos que buscarle algo para que se vista un poco más adecuadamente, que no puede ir usted así a la batalla… –dijo el hombre barbudo.
–¿Así como?
–Pues con el camisón que le pusimos cuando nos lo trajimos a usted al hospital…
–Vaya, con lo fresquito que iba yo…
–Sí, la verdad es que hace mucho calor sí…
–Así, ¿qué ropa me van a dar?
–Pues lo cierto es que andamos bastante escasos de uniformes, así que le daremos alguna ropa de civil que tengamos por ahí…
–Algo es algo.
–Tenemos algunos uniformes de color rojo, que ya sabe que lo de la casaca roja se ha llevado desde siempre, pero la verdad es que no se lo recomiendo…
–Sí, no sé muy bien porqué, pero eso de casaca roja no me ha sonado nada bien…
–Sí, yo pienso que es poco adecuado para la batalla. Que yendo de rojo te ve el enemigo a la legua y eres un blanco fácil… Es verdad que vistiendo de rojo se disimulan más las manchas de sangre, pero creo que no compensa una cosa con la otra…
–Oiga ¿Y qué tal si me devuelve el uniforme con el que dijo que me encontraron? Así quizás también al verlo pueda recordar algo –sugerí yo.
–Ah, pues parece buena idea y todo, la verdad es que no me lo esperaba de usted, pero bueno, venga vamos pues. Volvamos al hospital, que allá lo dejamos junto con el resto de las cosas que llevaba cuando le encontramos inconsciente en el bosque…
Y así llegamos a una pequeña sala con una mesa llena de trastos y cachivaches:
–Aquí están todas sus cosas –dijo el hombre barbudo con un ademán.
–Mm, no sé yo… –dije trasteando y rebuscando entre las ropas que se encontraban encima de aquella mesa.
–¿Y esto? –dije cogiendo una especie de ancha pulsera metálica de gran tamaño.
–No sé, usted sabrá, lo llevaba usted encima. Nosotros pensamos que era un grillete o parte de unos grilletes –respondió el hombre barbudo.
–¿Un grillete? ¿Eso es una forma cariñosa de nombrar a un grillo? Un grillo pequeñito.
–Pues no…
–Un momento, un momento… Que ya me voy acordando…
–¿Ah, sí?
–¡Sí! ¡Ya lo recuerdo! Esto es un tup…
–¿Un tub? No sé qué es eso… –dijo con extrañeza el hombre barbudo.
–Es un TUP, no un tub, TUP: Teletransporte UniPersonal…
–Ah, muy bien… Pero me he quedado igual, ¿qué es un tup de esos? –preguntó el hombre.
–Como su nombre indica, en teoría, es un dispositivo unipersonal que sirve para teletransportarse a grandes distancias…
–Uy, veo que sigue usted mal de la cabeza…
–La verdad es que, si realmente funcionara bien, si el profesor Jones consiguiera que funcionara bien su gran invento sería una gran revolución… Imagínese poder viajar de planeta en planeta sin necesidad de una nave espacial…
–Lo dicho, está usted bastante mal de la cabeza…
–Aunque como he podido comprobar, no acaba de funcionar bien, sigue sin funcionar del todo bien. Y eso que he participado en varias pruebas con dicho artilugio, inventado por el insigne Profesor Jones… Y nunca ha acabado de funcionar bien…
–Ya veo, ya, como su cabeza, que no acaba de funcionar bien, claro…
–Sí, en efecto, esta vez he conseguido con el TUP transportarme a otro planeta, hasta aquí, hasta la Tierra… Pero el fallo parece ser que no solo me ha transportado en el espacio, si no que lo ha hecho también en el tiempo y me ha transportado hasta la época de la guerra civil americana…
–La verdad es que dice usted unas cosas muy extrañas y complicadas…
–Pues sí, la verdad es que es un mecanismo bastante simple de hacer servir: se pone uno esta especie de pulsera y oprime este botón… No lo voy a hacer ahora, claro, que si no desaparecería…
–Sí, claro, claro, y no queremos eso, aunque tal vez iría bien para la batalla tener algún que otro soldado invisible, claro está –dijo el hombre barbudo.
–Bueno, claro, que pensándolo mejor, yo ahora mismo tampoco quisiera participar en una gran y cruenta batalla y menos del lado del bando perdedor, claro… Así que voy a pulsar el botón, y así regresaré al punto de origen, y a la época de donde provengo –y así lo hice, pero no pasó nada.
–Vaya, no pasó nada –observó el hombre barbudo
–Pues no, no debe funcionar… Se debe haber gastado la pila o se ha roto al golpearse o algo así… Pues vaya, ahora no me veo yo inventando un mecanismo de vapor, en plan steampunk, que haga funcionar el TUP.
–Sigue usted diciendo unas cosas extrañísimas… Debe ser también por el calor… El fuerte golpe en la cabeza junto con el calor le hace a usted delirar…
–Sí, eso puede ser también, que se haya estropeado el TUP por las altas temperaturas… ¿Cómo puede ser que haga tanto calor aquí?
–Bueno, la verdad es que en esta sala no hay ventiladores de techo, como en el resto del hospital de campaña, supongo que eso debe influir, claro…
–Ostras, ya lo tengo…
–¿El qué?
–Lo que ha dicho usted.
–¿Lo del calor?
–Bueno, no, digo sí… Lo de los ventiladores de techo… Sabía que era un detalle importante…
–Realmente es un detalle importante, sobre todo en un sitio tan caluroso como este…
–Tengo la impresión, gracias a mis conocimientos de historia terráquea, que el ventilador mecánico no se inventó hasta finales del siglo XIX, y si ahora realmente estuviéramos en el 1863, no podrían tener ustedes este tipo de artilugios…
–Efectivamente, tiene usted razón, el ventilador eléctrico se inventó en la Tierra en el año 1882 por el estadounidense Schuyler S. Wheeler. Que precisamente nació en esa región de la Tierra en 1860, así que difícilmente pudo inventar el ventilador con tan solo 3 años.
–Ajá, lo sabía
–Veo que realmente había usted perdido la memoria y que ahora la está recuperando…
–Eso parece, pero sigo sin ver claro donde estoy y que está pasando exactamente… Quienes son ustedes y porqué tienen varios artilugios de varias épocas mezclados sin ton ni son… ¿He sido yo, que con el TUP he alterado el espacio-tiempo?
–Tranquilo, que yo se lo explico… Verá, somos un grupo de aficionados a la historia terráquea, sobre todo a la historia militar… Y de vez en cuando nos reunimos para recrear fielmente grandes batallas de la historia terrestre, como en este caso la batalla de Gettysburg, acaecida durante la llamada guerra civil americana o guerra de Secesión…
–Pero si son recreaciones tan fieles, ¿qué pinta aquí un ventilador de techo, un aparato que es de una época posterior a la guerra de Secesión?
–Bueno, eso es un pequeño detalle, una pequeña licencia que nos tomamos, puesto que este planeta como ha podido comprobar es extremadamente caluroso y así podemos paliar un poco este calor sofocante. Por ello pensamos en poner algunos ventiladores de techo que aunque no son de esta época, al menos son de una época próxima y no acaban de romper la armonía temporal del conjunto, al menos a simple vista, vamos…
–Pero ¿Cómo es que no me dijeron nada de esto hasta ahora?
–No sabíamos exactamente quién era usted y si realmente había perdido la memoria debido al golpe que se dio o era tan solo una historia que se había inventado usted para participar en nuestra recreación histórica, en plan personaje de un juego de rol…
–Pues no, realmente por lo visto llegué aquí por accidente, colaborando con el profesor Jones en uno de sus inventos y al aparecer en este planeta me debí golpear realmente la cabeza, lo cual debió agravar mí ya de por sí intensa amnesia selectiva…
–En cualquier caso, pues ya está todo aclarado, y me alegro mucho de que esté ya usted bien. ¿Se quiere quedar usted para ver la batalla? Está a punto de empezar…
–Ah, pues sí, sería todo un honor, que ya le digo que yo también soy aficionado y estudioso de la historia terráquea… Pero luego me tendrían que dejar ustedes una nave para poder regresar o al menos acercarme a algún sitio civilizado desde el cual pueda volver al laboratorio del profesor Jones, claro… A ver si el TUP tiene arreglo.
–Sí, sí, sin problemas, luego le acercamos nosotros al planeta que le vaya mejor…
Y así lo hicieron, después de que yo viera la espectacular batalla de Gettysburg, en vivo y en directo, pero con soldados de diversas especies alienígenas, lo cual le daba un plus de espectacularidad y extrañeza: imagínense un ferengi vestido de oficial confederado, o un benzita unionista con la típica gorra francesa de la época, el quepis y ¿qué decir de un enorme ser de cabeza tentacular con uniforme gris confederado? Todo un espectáculo, vamos.

Texto de Tony Jim
Ilustración de Daniela Calandra