Alocadas aventuras en la bahía de carga

Alocadas aventuras en la bahía de carga, cuento de Tony Jim, ilustrado por Jana Kalc
Jana Kalc

—Bueno, ya va siendo hora de revisar la carga —le dije a mi copiloto el señor L´Ok.

—¿Ahora?

—Sí, ahora, ahora.

—No ve que no tiene ningún sentido, señor Jim.

—¿Cómo que no tiene ningún sentido? Tiene el sentido que le queramos dar.

—La carga en todo caso, se inspecciona antes de partir y luego al llegar a destino, no a medio camino. Así se ha hecho toda la vida.

—Bueno, es mi nave y la inspecciono cuando a mí me viene en gana.

—Resulta que no es su nave, que le han contratado para realizar el transporte, solo le han contratado en calidad de piloto, tanto la carga como la nave la han puesto las personas que le han contratado.

—Ya sabía yo que era mala idea contratarle a usted como copiloto, señor L´Ok.

—Usted sabrá por qué me contrató. Yo he de informarle de sus obligaciones.

—Bueno, ahora es tarde, no puedo coger el TUP y volver al pasado tan solo para investigar la carga.

—O al futuro, claro.

—Pues eso, además este es un viaje largo y con algo me he de entretener. Y creo que puedo empezar por investigar la carga. Es un hobby como cualquier otro…

—Usted mismo, pero eso no le debe llevar mucho tiempo.

—Veremos, quizás llevamos de carga alguna princesa alienígena.

—Ese comentario es muy machista.

—Es que una vez me pasó…

—Ya, no hace falta que me lo explique, recuerde que me tuve que investigar toda su vida para tratar de atraparle señor Jim.

—Eran otros tiempos.

—Que no hace falta que me lo explique le digo. Además, que le pasara una vez, no quiere decir que siempre tenga que encontrarse con una princesa alienígena.

—Las coincidencias ocurren… Recuerdo una vez…

—No empiece con sus batallitas, vale, de acuerdo… Vamos a ver la carga, ande, que al final siempre se sale con la suya.

—Es que hace tiempo que no rescato a ninguna princesa alienígena… Así no hay quien mantenga la fama de gran héroe galáctico y rescatador de princesas alienígenas.

—Usted y sus princesas… Es más pesado que Disney…

—Casi seguro que llevamos una de las princesas… Y de las gordas…

—¿Ya está criticando? ¿Otra vez con sus comentarios machistas?

—¿Eh? Ah… Quiero decir, de las importantes… De las de alta alcurnia…

—No sé por qué opina eso.

—Es que nos pagan… Digo, me pagan muy bien por hacer este transporte. Así que seguro que llevamos algo muy valioso. ¿Y ha visto la nave?, ¡que nave!

—¿Como no voy a ver la nave? Si estoy dentro de ella aquí a su lado.

—Bueno, no me sea literal, era una expresión. Quiero decir que… ¡Menuda nave!

—Sí, ya sé, le repito que estoy aquí con usted al lado, aguantando sus tonterías. Ya he visto que esta nave es una maravilla tecnológica y un portento del progreso científico.

—Pues eso… Ah, ya estamos en la bodega de carga… Ve señor L´Ok, charlando se hace más ameno el viaje.

—Si usted lo dice…

—Ve como tenía razón, la bodega de carga está llena de capsulas de hibernación…

—Ya veo ya, le recuerdo por tercera vez, que estoy aquí a su lado viendo lo mismo que usted.

—Por si acaso se había despistado. Venga vamos a ver las capsulas más de cerca.

—Si se empeña.

—Esto es una maravilla, quizás tengamos suerte y en vez de una princesa llevemos cientos de ellas… Esto está plagado de capsulas de hibernación… La nave se podría llamar Invernalia…

—Ya veo que son muchas sí.

—Imagínese, señor L´Ok, si rescato a doscientas princesas, eso seguro que hace que alcance la primera posición en el ranking de héroes galácticos…

—Ya, me imagino, me imagino.

—Pero… ¿Que broma es esta?

—¿Qué pasa ahora señor Jim?

—Parece que todas las capsulas están ocupadas por la misma persona… ¡Y es una persona que conocemos!

—Eso parece…

—¡Soy yo mismo!

—Así es.

—No le veo muy sorprendido señor L´Ok.

—Bueno, es que es parte de mi plan.

—¿Su plan?

—Eso es. Fíjese, son varias versiones suyas, cada una un poco diferente, alguna más mayor otra más joven, alguna con un parche en el ojo, otra sin barba, otra sin pelo, etc. etc.

—Ya veo ya. Pero no entiendo que significa. ¿Por qué está toda la bodega llena de versiones de mí mismo?

—Yo se lo aclaro con gusto, señor Jim.

—¿Ahora viene cuando me explica su malévolo plan?

—Eso es.

—Pero si apenas llevamos dos hojas de relato…

—Bueno, usted se ha empeñado en venir a comprobar la carga… ¿Qué quiere que haga yo? Si es usted un impaciente y un chafardero.

—Oiga un respeto.

—Verá, todo este viaje lo he organizado yo mismo, para capturarle. Voy capturando diferentes versiones suyas, de diferentes épocas y de diferentes realidades alternativas.

—Pues vaya, si ya no soporta a uno de nosotros…

—Por eso los tengo dormidicos.

—Pero ¿qué pretende hacer con tantas versiones mías?

—He decidido retomar mi plan de realizar un suero que elimine la memoria de mis enemigos y de las personas que yo quiera, en el momento que yo quiera.

—Pues vaya.

—Como la anterior vez fracasé. He decidido tener más versiones suyas, para tener más cantidad de sangre suya para realizar un suero de borrado de memoria más potente y fiable.

—Menuda chorrada. ¿Y para eso ha montado todo este viajecito?

—Bueno, me pareció que había cierta ironía en que fuera usted mismo el encargado de ayudarme, sin saberlo, transportando todas estas versiones suyas hasta mi laboratorio.

—Pues vaya…

—Además, estoy ya un poco cansado de atrapar diferentes versiones suyas y he pensado atraparle de diferentes y originales maneras para no aburrirme tanto.

—¿Y es necesario que esté apuntándome todo el tiempo con esa pistola señor L´Ok?

—Bueno, es que ahora que conoce mi malévolo plan, no creo que quiera meterse por su propia voluntad en una de las capsulas de hibernación que aún quedan libres.

—Yo todo lo que sea dormir, encantado de la vida. Pero piense que no necesita sangre mía para hacer ese suero que dice usted. Ya existen unos aparatos que hacen como un flash y te borran la mente.

—No se invente cosas.

—Está visto que en su planeta no ha llegado ninguna película de las de Men in Black.

—No sé de qué me habla. Pero bueno, yo tengo mi fórmula para generar un suero de eliminación de memoria y es la que pienso utilizar.

—Además que supongo que siempre va mejor usar remedios naturales que no extrañas máquinas.

—Eso es. Bien dicho señor Jim. Ahora venga, a meterse en la capsula. Pero antes entrégueme su TUP, que no quiero que se escape como suele hacer.

—Está bien, está bien.

Así entré en una capsula de las que estaban sin ocupar todavía. Sabía que tardaría unos segundos en hacer efecto la capsula y caer en un profundo sueño, lo que aproveché para sacar una de mis pistolas, que por suerte L´Ok no cayó en quitarme. La disparé sobre mí mismo lo más rápido que pude antes de caer dormido. Eso hizo que empezara a encogerme, pudiendo así escapar por un minúsculo resquicio de la puerta de la capsula. En efecto, me había disparado a mí mismo con la pistola reductora.

Al salir de la capsula me puse a acabar de comprobar el equipo que llevaba para enfrentarme al malvado L´Ok. Pero con cierta sorpresa comprobé que no llevaba nada más, ni ninguna pistola más ni ningún otro de mis artilugios habituales. A ver cómo me iba a enfrentar yo ahora con mi minúscula estatura al taimado L´Ok.

Bueno, ya vería lo que hacía cuando lo localizara. Supuse que estaría en la cabina de control de la nave, así que me dirigí hacia ella. Hasta que me encontré con un obstáculo que no podía superar dado mi tamaño: una escalera. ¿A quién se le ocurre poner una escalera en una nave espacial? Vale, recordé entonces que cuando tenía mi tamaño normal, tan solo eran tres escalones los que formaban aquella escalera que llevaba hasta la cabina de control, pero ahora esos tres escalones me impedían avanzar. Ya podría ser aquella nave como las de la Flota estelar, que suelen tener turboascensores… Claro, que tampoco habría llegado a los botones del ascensor, ahora que lo pensaba mejor.

No me quedaba más remedio que esperar, en algún momento L´Ok tendría que salir de la cabina.  Para ir al baño o una vez arribado a su destino para bajarse de la nave.

La escalera era metálica, por lo que pensé que no hubiera desentonado en la Nostromo. Pensando estas y otras cosas fue pasando el tiempo, hasta que oí ruidos de pasos. Y efectivamente vi que un gigantesco L´Ok empezaba a bajar por dicha escalera. Entonces aproveché la ocasión y le disparé.

—Señor Jim, ¿cómo ha escapado de la cápsula?

—No contaba con mi astucia, eh, señor L´Ok. Ahora ya le tengo.

—Sí, ya he notado que me ha disparado con una de sus pistolas…

—En efecto.

—Y ahora veo que de repente la nave es enorme… Pero no ha disparado a la nave, así que, entiendo que me ha disparado con la pistola reductora.

—Es usted muy listo.

—¿A caso lo dudaba?

—Pero lo que no sabía usted señor L´Ok es que no llevo encima la pistola agrandadora…

—¿Como?

—Lo que oye. Se va a quedar usted pequeñito como yo. Así que puede dar por desbaratado su maléfico plan.

—Está usted mal de la chaveta.

—¿A qué se refiere?

—Pues que habrá desbaratado mi plan, pero usted también se va a quedar minúsculo como yo.

—Detalles, detalles.

—Sí, es un “pequeño” detalle. Si no tiene la pistola agrandadora, nos vamos a quedar reducidos para siempre.

—A ver, déjeme pensar…

—Sí, sí, por supuesto, no tengo ninguna prisa.

—Ya está. Le propongo un plan alternativo señor L´Ok.

—De acuerdo. Veamos ese magnífico plan suyo, que como sea como este de reducirnos de tamaño estamos apañados…

—A ver, usemos el TUP que usted tiene para ver al profesor Jones.

—¿Y?

—Entonces usaremos la pistola agrandadora del profesor para volver a nuestro tamaño normal.

—No le veo el interés a su plan. ¿Qué saco yo a cambio de transportale hasta el profesor?

—Pues vuelve usted a su tamaño normal. Se lo acabo de decir señor L´Ok, que no está atento.

—Pero para eso no le necesito a usted, ¿por qué le he de llevar conmigo a ver al profesor?

—Bueno, a cambio no le vuelvo a disparar con la pistola reductora con la que le sigo apuntando.

—Ah, ya veo, empiezo a entenderle. Pero no me acaba de convencer del todo…

—Además, para hacerle más atractivo el plan, le diré al profesor que le haga un chisme de esos que le expliqué antes para borrar la memoria. Así usted consigue lo que quiere al final y todos contentos. Usted obtiene su objetivo y yo no tengo que someterme a pruebas y experimentos de los suyos.

—Está bien, trato hecho. Que además ya me estaba cansando de oír sus absurdos planes.

Y así, con el TUP nos transportamos al laboratorio del profesor Jones. Costó un poco que nos escuchara dado nuestro pequeño tamaño, pero al final nos vio y nos devolvió a nuestra estatura, para que le pudiéramos explicar que habíamos venido a pedirle que nos construyera un chisme de los suyos, uno que fuera capaz de borrar la memoria. Al principio no entendió para que lo queríamos, si a mí ya se me olvidaban las cosas de manera natural, pero bueno, tras mucho insistir nos lo hizo, aunque tampoco acabó de ver claro por qué habíamos ido a verle reducimos de tamaño, como era una larga y absurda historia, al final le dijimos que era para reducir el gasto energético…

Así todos contentos… Una vez más, gracias a mi ingenio y los extraordinarios inventos del profesor Jones.

Texto de Tony Jim

Ilustración de Jana Kalc

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